El pensamiento crítico no es un concepto nuevo ni mucho menos, de hecho, su origen se remonta a la antigua Grecia: Sócrates y su mayéutica, Platón y su dialéctica, Aristóteles y su retórica. Aunque no fue a ellos sino al filósofo Max Black a quien se le atribuye la paternidad del término, que utilizó como título de un libro de lógica en 1946. Ni los maestros griegos, ni tampoco Black sabían nada aún de lo que ahora conocemos como fake news, pero sí de la capacidad de razonar del ser humano.
El poder de una buena pregunta no está en obtener respuestas rápidas, sino en abrir puertas hacia nuevas formas de pensar.
Las preguntas bien formuladas nos invitan a explorar, a cuestionar lo conocido y descubrir lo inesperado. No se trata solo de conocer hechos, sino de entender a través del cuestionamiento activo, permitiéndonos conectarnos con ideas más profundas y estimulantes.
El pensamiento crítico implica hacer las preguntas correctas para llegar a la mejor conclusión posible.
En lugar de buscar respuestas inmediatas, formulémonos preguntas que nos hagan reflexionar, y que enciendan el debate.
Enseñemos a nuestros alumnos a ejercitar el pensamiento crítico. Porque no es en las respuestas donde encontramos el aprendizaje más valioso, sino en las preguntas que nos hacen re-pensar.
¿Cómo las buenas preguntas transforman el aprendizaje?
¿Cuándo fue la última vez que una pregunta nos hizo replantear algo que dábamos por hecho?
¿Qué tipo de preguntas creemos que podrían ayudarnos a profundizar más en los desafíos de nuestra función o nuestra profesión, o bien en lo personal?
Aplicar la pregunta para generar las reflexiones en el aula. Poner en duda hasta lo que, como docentes, podemos enseñar o afirmar ¿porqué no?
¿Cómo utilizas las preguntas en nuestro día a día para mejorar la toma de decisiones o ampliar las perspectivas?