Días atrás, LA NACION publicó: “Infancias en línea: derechos que no pueden quedar fuera de la pantalla”.
Una frase destaca: «La vida de la infancia ya no transcurre únicamente en plazas, escuelas o clubes, sino también en pantallas y plataformas digitales…»
Esto nos obliga a mantener la atención:
Hoy niñas, niños y adolescentes habitan el mundo digital con la misma intensidad que el físico. Sin embargo, la legislación, las políticas públicas y las empresas tecnológicas todavía siguen pensando al usuario como un “adulto universal”.
Algunos puntos que interpelan:
El control excesivo —revisar conversaciones, bloquear accesos— no protege: erosiona vínculos, genera silencio y recelo.
Lo esencial es acompañar con diálogo, escucha y participación: educar en autonomía responsable.
No basta con las familias: Estado, plataformas y organismos internacionales tienen una deuda pendiente con la infancia digital.
Los datos hablan:
El 95 % de niñas, niños y adolescentes en Argentina tiene un celular con acceso a Internet.
Solo en 2025 ya se registraron más de 107.900 reportes en la plataforma internacional CyberTipline.
Robots, chatbots, algoritmos… todos inciden en la vida de la infancia. No podemos seguir tratando la pantalla como un espacio neutro.
Mi convicción: es que debemos superar una mirada reducida al mero ‘riesgo digital’. La tecnología es el mundo de hoy, y tanto adultos como niños convivimos en él. No se trata de excluir a las infancias de sus potencialidades, sino de garantizar que accedan a esos beneficios en entornos seguros, inclusivos y centrados en sus derechos. La clave no está en alejarlos de lo digital, sino en protegerlos de sus riesgos sin privarlos de sus oportunidades.
Te invito a reflexionar:
¿Cómo transformar los contextos digitales para que reconozcan a las infancias como sujetos de derechos y no como objetos de consumo?
Y, si tuvieras que priorizar una acción inmediata en tu comunidad, organización o institución… ¿cuál sería?
