En las salas de justicia, donde cada palabra pesa y el derecho a ser escuchado es sagrado, un buen silencio se convierte en un acto de escucha activa y respeto.

Un juez o jueza que domina el arte del silencio no solo oye, sino que escucha, comprende y, por ende, comunica con mayor eficacia.

El `silencio atento´ es una herramienta que permite a las personas, especialmente aquellas que tienen la función de conducir audiencias judiciales, absorber plenamente los matices de cada testimonio, cada argumento, el verdadero motivo del conflicto y los intereses más profundos que se ventilan.

Es en la quietud donde las verdades no dichas encuentran su frecuencia y donde la justicia encuentra su camino más templado.

Incorporar el ‘silencio activo’ más que una herramienta es una actitud, donde se dan cita tanto la solidez de los argumentos jurídicos como la fuerza de las razones fundamentales.

Porque a veces, el eco de un silencio bien depositado dice más que mil palabras afinadamente pronunciadas.