«Un hijo, no un hijo perfecto» – El derecho a pertenecer

La justicia muchas veces mide tiempos y resultados, pero la pertenencia no se mide en números. Lo rígido de la ley necesita humanidad para ser real.

El caso de Angelito (de nuestro juzgado): llegó a este mundo con grandes desafíos de salud. Su declaración de adoptabilidad puso en jaque la posibilidad de encontrar una familia que lo recibiera con amor. Y, sin embargo, aparecieron Pablo y Katherine. Cuando se les preguntó si estaban dispuestos a conformar una familia adoptiva conociendo las condiciones de este bebé, respondieron: «…simplemente buscamos un hijo, no un hijo perfecto…»

Tras un camino de encuentros, cuidados, renuncias y desvelos —de guarda y acompañamiento constante— finalmente llegó la adopción. Angelito, con apenas 3 años, encontró lo que todo niño merece: no la perfección, sino la certeza de un hogar. Tenía mamá y papá. Tenía pertenencia.

Dictar una sentencia puede parecer, muchas veces, un acto rutinario en un juzgado. Pero cuando su contenido marca la vida de otros —porque antes esas vidas marcaron la del propio juez—, el sentido cambia por completo. Entonces, el texto jurídico deja de ser solo un conjunto de normas y adquiere licencia para expresar humanidad. Y en ese instante, es cuando escribo con el alma.

Así surgieron estas palabras para ellos:

«…hoy no solo culmina un proceso judicial, sino que se consagra aquello que ustedes ya habían hecho realidad desde el corazón: ser mamá y papá de Ángel. La sentencia solo viene a reconocer lo que ya está escrito en la vida cotidiana de ustedes tres. En cada renuncia, en cada esfuerzo, en cada sonrisa de Ángel, quedó plasmado el amor con el que eligieron ser familia….» (abajo les dejo un recorte del texto, fragmento del fallo)

Como gesto, entregamos un recordatorio que acompañó la sentencia. Algo simbólico, sí, pero cargado de un sentido amoroso inclaudicable. En él quedó plasmada la fortaleza de los vínculos que nacen del amor, el respeto y la valentía. Raíces y ramas: porque el amor fue raíz, y hoy es árbol de pertenencia y abrigo.

Les dejo algunas preguntas que siempre nos interpelan al tomar decisiones: ¿Qué sería de la justicia si no fuera capaz de mirar el rostro concreto de cada niño? ¿Podemos pensar en una justicia que acompañe los sueños de vida y no solo los protocolos?