Sabemos que tecnología avanza a pasos agigantados, la inteligencia artificial (IA) comienza a asomarse en el ámbito judicial, incluido el Derecho de Familia. Me pregunto ¿estamos preparados para que esta herramienta dialogue con las complejidades humanas de las relaciones familiares y las vulnerabilidades que las atraviesan?
La IA promete eficiencia: desde analizar grandes volúmenes de datos hasta ofrecer respuestas razonadas en tiempos récord. Sintentizar audiencias. Sistematizar información, entre otras cosas. Sin embargo, su uso plantea dilemas éticos que no podemos ignorar. ¿Qué pasa cuando un algoritmo, entrenado con datos que reflejan sesgos sociales, decide o influye en casos de custodia, violencia de género o protección de infancias? Los sesgos de género, por ejemplo, podrían perpetuar desigualdades estructurales, afectando especialmente a mujeres, niñas y personas en situación de vulnerabilidad.
La Corte Constitucional de Colombia ya lo advirtió en un fallo que, el uso de la inteligencia artificial debe ser moderado y razonable en el proceso judicial para no vulnerar el derecho al debido proceso (sentencia T-323-24, del 2-8-2024).
En el Derecho de Familia, donde cada caso es una historia y un universo de emociones, contextos y derechos humanos en juego, la IA no debería reemplazar la sensibilidad y el juicio humano, sino complementarlos. Imaginen una IA que ayude a detectar patrones de violencia intrafamiliar con rapidez, pero siempre bajo la supervisión de magistrados/as que aporten el corazón y la razón que ninguna máquina puede replicar.
La UNESCO nos invita a pensar en una IA ética, inclusiva y respetuosa del Estado de Derecho.
Para nuestra comunidad jurídica, el desafío es claro: regular y capacitar para que esta tecnología, como herramienta, sea una aliada en la justicia, no una amenaza al sistema legal ni a la dignidad humana.
¿Cómo creen que deberíamos integrar la IA en el Derecho de Familia sin perder de vista los derechos fundamentales y la humanidad?
