La tecnología forma parte de la vida de las niñas, niños y adolescentes de maneras que ya no podemos separar de su experiencia cotidiana. Si bien el acceso a herramientas digitales puede potenciar la educación, la creatividad y las relaciones sociales, también plantea desafíos —desde la salud mental hasta la protección de derechos como la privacidad y la seguridad personal— que merecen nuestra atención colectiva.
Organismos internacionales han subrayado la necesidad de entornos digitales seguros y respetuosos de los derechos de la niñez, orientados a potenciar aprendizajes y proteger contra contenidos dañinos, explotación o vulneraciones.
En ese marco, recientemente Australia implementó una medida pionera en el mundo que prohíbe el uso de redes sociales a menores de 16 años, obligando a las plataformas a verificar la edad de sus usuarios y restringir cuentas de ese grupo etario para limitar posibles daños asociados al uso de las redes sociales.
Este tipo de políticas públicas nos invita a reflexionar:
¿la protección de la niñez en entornos digitales se logra mejor limitando el acceso, regulando las plataformas o fortaleciendo la educación digital?
la edad como criterio: ¿suficiente o insuficiente?
¿de quién es la responsabilidad en el entorno digital?
Prohibir, regular, educar: tres verbos en tensión
La respuesta no es única ni sencilla. Requiere debate informado, enfoques interdisciplinarios y una mirada que ponga a la niñez en el centro de las decisiones, no como objeto de medidas aisladas sino como sujeto de derechos con voz propia en la sociedad digital.
