Cuando pensamos en adopción, solemos imaginar a niños y niñas pequeños encontrando un nuevo hogar. Sin embargo, la adopción de personas mayores de edad es una posibilidad legal y, aunque poco frecuente, tiene un impacto profundo en las vidas de quienes la experimentan.
Un vínculo que trasciende la biología
La ley argentina permite la adopción de mayores de edad en casos específicos, como cuando una figura paterna o materna ha estado presente desde temprana edad y ha desempeñado ese rol sin ser el progenitor biológico. Esta forma de adopción reconoce y valora los lazos afectivos, las funciones de cuidado y el factor socioafectivo como determinante en la constitución de los vínculos.
¿Cómo es posible?
El Código Civil y Comercial contempla que, por excepción, una persona mayor de edad puede ser adoptada si se trata del hijo del cónyuge o conviviente del adoptante, o bien, si se ha comprobado que existió una posesión de estado de hijo mientras era menor de edad. Estos casos permiten que los vínculos afectivos y las relaciones familiares sean formalizados legalmente, incluso en la adultez.
Por encima de los paradigmas tradicionales
La familia, en su diversidad y pluralidad, no responde a un único modelo. El derecho ha evolucionado para reconocer las distintas formas en que los vínculos familiares se construyen, permitiendo que aquellos que han generado lazos parentales basados en el afecto cumpliendo funciones de padre o madre, y siendo tratados como hijos e hijas, puedan recibir el reconocimiento que merecen, sin importar la edad de la persona adoptada.
Para pensar
En definitiva, los lazos familiares no siempre se forjan por la biología, sino por el amor, el cuidado y la presencia constante. Estos vínculos, pueden tardar años en consolidarse, y como tal, merecen el reconocimiento y la protección legal que otorga la adopción.
Al final, lo que importa es el afecto que define y sostiene a una verdadera familia, sin importar la edad de quienes la conforman.
