Y lo que no se nombra, no se transforma.
La discriminación por edad afecta a millones de personas mayores en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, es la tercera causa de discriminación a nivel global. Sus consecuencias van desde la exclusión social hasta el maltrato físico y emocional.
En una reciente jornada organizada por HelpAge y difundida por infobae, se expuso una verdad alarmante: aún no existe un instrumento internacional específico que proteja a las personas mayores del edadismo.
¿No es hora de dejar de mirar para otro lado?
Necesitamos, como sociedad, dar un paso firme hacia la valoración real de las personas mayores. Reconocer su palabra, su historia, su derecho a participar plenamente en todos los espacios.
La edad no puede ser un límite, ni un estigma, ni una excusa.
El edadismo vulnera derechos.
Y frente a eso, ninguna comunidad comprometida con la dignidad humana debería permanecer en silencio.
Es tiempo de promover leyes, políticas y prácticas que honren a quienes nos precedieron y nos siguen enseñando.
Hay una medida silenciosa del progreso social: el modo en que tratamos a quienes ya han recorrido gran parte del camino.
