La figura del Abogado del Niño es una de las herramientas clave para garantizar que los derechos de niños, niñas y adolescentes (NNA) sean respetados en los procesos judiciales o administrativos en los que están involucrados. Este profesional los patrocina técnicamente y habilita una voz independiente en decisiones que afectan el bienestar de sus asistidos.
¿Cuál es su rol?
El abogado del niño tiene la responsabilidad de llevar la voluntad del NNA ante el juez, el mediador o cualquier otra instancia judicial, garantizando que su opinión sea escuchada y respetada. A diferencia de otras figuras como el tutor o el Ministerio Público, el Abogado del Niño patrocina y asesora al NNA, defendiendo sus intereses específicos sin interpretar o suplantar su voluntad.
¿Cuándo interviene?
Esta figura es aplicable cuando el NNA demuestra madurez suficiente para expresar sus deseos, sin estar limitada a una edad mínima. De esta manera, un niño de 8 años, e incluso más joven, puede acceder al patrocinio legal si se evalúa que tiene la capacidad de comprender la situación que lo afecta.
Es fundamental señalar que el ejercicio de los derechos con asistencia técnica es un derecho, no una obligación. Tal como lo establece el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), el niño tiene el derecho a ser escuchado en todos los asuntos que le afectan, y a contar con asistencia jurídica si lo desea, pero nunca está obligado a ejercer este derecho si no lo considera necesario o conveniente.
Reconocimiento y Retos
Aunque la figura está reconocida en la legislación argentina, aún hay un gran desafío en cuanto a su implementación y conocimiento. Tanto los niños como las familias, y en algunos casos los profesionales del Derecho, desconocen cómo funciona esta figura y cuándo puede ser solicitada.
Según el resultado de algunas investigaciones:
- Existe un escaso conocimiento sobre la figura del abogado del niño. Si bien se advierte que no habría una franca oposición a la aplicación de la figura, se manifiesta recibir muy poca información sobre la misma, lo que en algunos casos genera desconfianza.
- Por el contrario, otros expresan que sería muy bueno que los niños puedan en algunos casos contar con su propio abogado (dando ejemplos concretos de situaciones reales), pero no saben bien cómo poder llegar al profesional, cómo lo designan, en qué casos, quién lo paga, etc.
Conclusión: Continuar con la promoción y capacitación sobre esta figura no solo fortalece el sistema de justicia, sino que también asegura que la voz de los niños, niñas y adolescentes sea escuchada y respetada de manera efectiva en cada instancia que les afecte.