Hoy hablamos mucho de “coparentalidad”, pero ¿sabemos realmente de qué se trata?
No es una simple división del tiempo. No se trata de contar, pernoctar ni repartir días de manera milimétrica. Es algo mucho más profundo: se trata de compartir la responsabilidad, las decisiones y los vínculos.
Implica que ambos progenitores, más allá del domicilio del hijo o hija, tienen obligaciones comunes e iguales en su crianza y desarrollo. Deciden juntos, acompañan juntos, crían juntos.
Esto se traduce en dos modalidades posibles:
- Cuidado compartido indistinto: el niño o niña vive con uno de los progenitores, pero ambos participan activamente en las decisiones.
- Cuidado alternado: el niño o niña reside por períodos con cada uno, respetando la realidad de la familia.
¿Por qué es importante?
Porque la coparentalidad no solo reconoce el derecho de los adultos a participar activamente en la vida de sus hijos e hijas, sino que protege un bien superior:
El derecho de niños y niñas a mantener vínculos sólidos, seguros y significativos con ambos progenitores, aun después de una separación.
Esto se traduce en beneficios concretos: mayor estabilidad emocional, menor impacto traumático, sensación de pertenencia y contención, y una visión equilibrada del mundo adulto que los acompaña a crecer.
Porque la coparentalidad no divide: multiplica presencia, afecto y sentido.
