Existen diversas acciones que podemos emprender para apoyar y promover los derechos de la infancia, tanto entre adultos como entre niños. Es fundamental que la niñez conozca sus derechos y sea reconocida y tratada como sujeto de derecho.

Desde el enfoque del Sistema de Protección Integral, establecido por la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y otros instrumentos internacionales, se requiere una estructura organizativa y operativa que se adapte a las obligaciones derivadas de la CDN. Esto implica el desarrollo de una nueva institucionalidad basada en un modelo sistémico, con principios y estándares alineados a la CDN, métodos de trabajo innovadores y mecanismos de gestión más eficientes.

Si bien la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha reconocido los avances de los Estados en este ámbito, también ha señalado que persisten desafíos significativos[1]. En este sentido, resulta indispensable precisar las obligaciones que los Estados deben asumir para garantizar una protección efectiva de los derechos de la niñez.

Recomendaciones de la CIDH

A continuación, se presenta una síntesis de algunas de las recomendaciones generales formuladas por la CIDH, sin pretender agotar su alcance:

  • Adecuaciones legislativas: asegurar que la normativa interna se alinee con los estándares internacionales de derechos de la infancia.
  • Vinculación de la política nacional para la niñez con el resto de las políticas nacionales: garantizar la transversalidad de los derechos de la infancia en todas las políticas públicas.
  • Institucionalidad específica y especializada en niñez: crear y fortalecer organismos especializados en la protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes (NNA).
  • Creación de subsistemas de protección: implementar mecanismos específicos de prevención, intervención y reparación frente a situaciones de violencia, abuso, explotación, negligencia y abandono.
  • Participación de NNA en las estructuras institucionales: promover espacios de participación efectiva donde NNA puedan expresar sus opiniones e influir en la toma de decisiones que les afecten.
  • Mejoramiento de los sistemas de información y estrategias comunicacionales: desarrollar bases de datos cualitativas y cuantitativas que permitan un diagnóstico preciso de la situación de la infancia y estrategias de difusión efectivas.
  • Acceso a la justicia con una participación real y protagónica: garantizar procedimientos judiciales y administrativos accesibles, eficaces y adaptados a las necesidades de la infancia.

Todas estas recomendaciones, junto con las contenidas en el documento del 2017, son aplicables a los múltiples ámbitos en los que NNA enfrentan barreras derivadas de su edad y circunstancias, obstaculizando el ejercicio efectivo de sus derechos.

En materia de acceso a la justicia

Rresulta fundamental adaptar los procedimientos administrativos y judiciales para que sean ágiles, accesibles y comprensibles para los NNA. Esto implica:

  • Brindar información clara y en un lenguaje adecuado a su edad y nivel de comprensión sobre los procedimientos que les afecten.
  • Asegurar la pronta tramitación y resolución de sus casos, evitando dilaciones que vulneren sus derechos.
  • Disponer mecanismos efectivos para garantizar su derecho a ser escuchados en los procedimientos en los que sean parte.

Establecer herramientas de evaluación y documentación que permitan determinar, con criterios objetivos, su interés superior en cada caso concreto.

¿Cómo se aplica?

Los derechos de la infancia no se limitan al ámbito judicial. Su alcance es mucho más amplio y abarca sectores fundamentales como la educación, la salud, las políticas públicas, el deporte y cualquier otro espacio en el que niñas, niños y adolescentes (NNA) interactúan con el mundo adulto.

El derecho a ser oído no es exclusivo del sistema judicial; debe ser garantizado en cada contexto donde NNA participan y toman decisiones que afectan su vida. Reconocerlos como sujetos de derecho implica más que una formalidad legal: supone asumirlos como personas en formación y evolución, sin que ello signifique desconocer su autonomía ni su capacidad progresiva para ejercer derechos.

Independientemente del rol que ocupemos—docentes, médicos, abogados, entrenadores, madres, padres, entre otros—, existen principios fundamentales que debemos respetar en nuestra interacción con la infancia. Si como adultos exigimos ser tratados con dignidad y respeto, ¿por qué negar ese mismo trato a quienes, por su edad, enfrentan mayores barreras para hacerlo valer?

En este sentido, presento 8 propuestas concretas para traducir en acciones cotidianas aquellas recomendaciones de la CIDH, asegurando que los derechos de la infancia sean una realidad en nuestra sociedad:

  1. Háblales sobre sus derechos: el primer paso es informarles y educarles respecto de los derechos que tienen. Expliquemos con ejemplos fáciles de comprender.
  2. Trátalos con respeto: son niños, no mascotas. El trato respetuoso de derechos (en la crianza, en un proceso judicial, en las escuelas, como pacientes, etc) no debe ser solo discursivo sino una buena práctica profesional y de crianza.
  3. Llámalos por su nombre: tienen derecho a una identidad, la reforcemos.  Como propuesta de nuestro Juzgado, de principio a fin del proceso –en la escritura de una sentencia- se lo llama por su nombre, se escribe de modo tal que ese niño comprenda. Y si no supiera leer, entonces se dibuja. Pero, siempre se busca “identificarlo”.
  4. Visibilizarlos: cualquiera fuera el ámbito donde se desenvuelvan, infórmalos de sus derechos, enséñales de qué se trata, una y otra vez. No son robot ni tampoco invisibles.
  5. Inclúyelos en las conversaciones: escucha lo que tienen que decir, darles un espacio reforzará su seguridad.
  6. Pregúntales su opinión: refuerza su autoestima preguntándoles qué opinan, qué sienten. En lo judicial, tengamos inscribamos esas voces y opiniones en lo que se deba resolver. Quizás no sea siempre, pero no dejan de ser importante.  Tampoco dejemos que el peso de una decisión de adultos, pase solo y exclusivamente por un niño.  Esto también es violentarlos.
  7. Respeta sus preferencias: no impongas las propias, ellos pueden decidir desde pequeños.
  8. Actúa: si notas que a tu alrededor no se están respetando los derechos de la infancia, actúa, educa, denuncia, que los derechos se respeten es tarea de todos.

Frases trilladas, recomendaciones en saco roto

Seguramente hemos escuchado expresiones como:

«Cuando los adultos hablan, los niños no opinan.»

«Cállate y come.»

«Es chiquito, no sabe.»

Estas frases, arraigadas en una cultura de desvalorización de la infancia, han limitado durante generaciones el reconocimiento de niñas, niños y adolescentes como sujetos de derecho. Afortunadamente, muchas de estas expresiones han comenzado a desdibujarse. Y en buena hora.

Hoy sabemos que escuchar a la niñez no es solo un acto de empatía, sino un derecho fundamental. La opinión de NNA nos permite comprender cómo ven el mundo, qué les preocupa y qué cambios desean en su entorno. Un niño que crece con la libertad de opinar y con adultos que le brindan espacios de participación se desarrolla con mayor confianza y responsabilidad social. Se educa en ciudadanía.

Sin embargo, el verdadero cambio no depende solo de discursos o normativas. Sigue siendo responsabilidad de los adultos transformar su visión y concepción de la niñez. Sin esa transformación, ninguna recomendación —por más rigurosa que sea— tendrá un impacto real.

La clave está en el refuerzo positivo y el entrenamiento progresivo de la autonomía desde temprana edad, permitiendo que cada niño y niña ejerza sus derechos de manera efectiva. Solo así lograremos erradicar prácticas que obstaculizan una infancia plena y fomentar un entorno más equitativo y respetuoso para todas las personas, incluidos los niños.

[1] OEA/Ser.L/V/II.166 – Doc. 206/17 – 30 noviembre 2017