Los sistemas de cuidado aún arrastran visiones obsoletas que limitan la autonomía de las personas mayores. El desafío es construir un modelo intergeneracional que promueva igualdad y libertad reales.

La ponencia de María Isolina Dabove analiza cómo, pese a avances normativos internacionales —como la Convención de la ONU sobre Discapacidad (2006) y la Convención Interamericana sobre los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015)—, persiste un modelo asistencialista basado en la vejez y la discapacidad como deficiencia. Esta mirada, aunque bien intencionada, reproduce prácticas proteccionistas que restringen la autonomía y los derechos.

El derecho contemporáneo, afirma la autora, debe superar esta visión biologicista y asumir que la vulnerabilidad no implica dependencia absoluta, sino también potencialidades y libertades. Pensadores de distintas tradiciones, desde Confucio y Séneca hasta Foucault, Butler o Martha Nussbaum, han resaltado la centralidad del cuidado como categoría cultural, política y ética.

El Congreso Mundial sobre Apoyos y Cuidados de Personas Adultas y Mayores (2024) coincidió en un punto clave: sin sistemas públicos y privados de cuidados centrados en la persona, sin igualdad real y sin profesionales capacitados, la libertad es ilusoria. De allí la urgencia de consolidar un derecho intergeneracional que equilibre la convivencia entre jóvenes y mayores, reconociendo a cada persona como sujeto pleno de derechos.

La autora concluye que es tiempo de abandonar el paternalismo y abrazar un enfoque humanista, donde el cuidado sea sinónimo de autonomía, dignidad y justicia intergeneracional.